Una temprana y amarga despedida.
- Por saramillor
- El 15/07/2018 a las 01:33
Viernes, 13 de Julio.
A las seis y media en su casa. Para ver su serie. Para estar en la piscina... Sonaba a planazo, por eso no dudé en apuntarme. En realidad, hubiera dicho que sí a cualquier cosa, parándome un segundo a pensar en el poco tiempo que me queda por aquí. El caso es que todo empieza con un sí.
No hacía ni tres días que habíamos quedado para comer juntos y pasar una tarde increíble, de esas a las que sólo le falta el amor de verano. O ni eso, porque mi amor de verano ya eran ellos, en conjunto. Por eso acepté sin pensármelo, porque todo tiempo con ellos me parece poco.
Antes de salir de casa me aseguré de que llevaba todas mis cosas. Bañador, toalla, móvil y algunas cosas para devolverles. Todo listo? Sí, mamá. Vamos que ya llego tarde. Por el camino ya me llegaban mensajes para saber dónde estaba y cuánto iba a tardar. Para mi sorpresa, cuando por fin llegué estaban las tres chicas puerta afuera, esperándome sonrientes. Halagos al conjunto que había elegido, para mi gusto demasiado elegante cuando sólo íbamos a bañarnos y ver la tele. Unos minutos después, el portal se abría delante nuestra y el anfitrión nos saludaba con dos besos. Como no, cada entrada a esa casa era al lado de mi mejor amiga, así como tradición particular.
No me preguntéis en qué pensé en aquel momento, cuando a mi llegada un grupo de trece personas aparecía corriendo para saludarme y abrazarme. Porque hay cosas inesperadas, y luego está esto. Una fiesta de despedida para mí y mi compañera de aventura. Ninguna de las dos tuvo una reacción exagerada, y no precisamente porque no nos sorprendiera o no estuviéramos emocionadas. Todo lo contrario, una vez más conseguían llevarlo todo en silencio y dejarnos sin palabras.
Después de ir uno por uno a darles un beso, aún sin salir de mi asombro, me enseñaron la segunda sorpresa del plan. Colgando de los árboles, montones de fotos en color de tantos momentos que vivimos juntos. Precioso. Detrás de ella voy observándolas una por una con detenimiento. Mi cabeza se pierde por el camino volviendo a todos esos sitios. Pisa con Lidia, la tarde de graduación con Nacho, Francia con Pedro, en el barco con Abel, tantas otras veces con Sara, Area y las chicas...
Unos minutos para sentarse a beber y comer algo, mientras revivíamos nuestro último viaje con el título de "La Nostra Famiglia". Sin duda, habíamos hecho un gran trabajo fotográfico, captando la gran mayoría de los momentos irrepetibles. Con suficiente melancolía acumulada, tocaba liberar tensiones en la piscina, acabando congelados. Fueron un par de horas de fotos bajo el agua, luces de colores, hinchables y saltos descontrolados que acabaron por dejarnos agotados. Para reponer fuerzas teníamos hamburguesas y buena compañía. Para entrar en calor, sudaderas verdes y abrazos. Más que suficiente.
Se hace de noche... Otro chapuzón? Por qué no! Mientras sonaba el disco de Cepeda de fondo cantado en acústico por Marina, algunos nos tomábamos un tiempo para pensar en la tumbona y otros volvían a la acción. El agua salpicaba por todas partes y ondeaba constantemente mientras los focos cambiaban de color. Once, once y media, doce, doce y media...
Como siempre en este tipo de fiestas, por algún motivo que desconozco pero me gusta no entender, llegábamos al punto muerto. Donde cada vez los sofás se van llenando hasta acabar todos en círculo, sin importar a quien estés abrazado. En el sitio donde se dijeron tantas verdades y donde nunca se esconden los sentimientos. Uno detrás de otro, fuimos cayendo sin poder evitarlo. Cuando nos paramos a pensar y tenemos a alguien al lado es un poco más fácil. Y llorar ahí nunca significa apagar la fiesta ni nada parecido. Simplemente es decirlo, o pensarlo, sin palabras. Cuando te escribe una dedicatoria en el reverso de la foto, sólo lo piensas mientras le abrazas. A mitad de la noche, cuando lees con detenimiento, lo dices sin palabras.
Llegaba la una de la mañana, y tocaba despedirse de una de las personas que no seguirían con el plan. Un abrazo sin prisas, sin hablar ni pensar. Disfrutando de su compañía por última vez hasta quién sabe cuándo. Decirle que no vaya a llorar para evitar entrar en bucle e irse dejando el drama a un lado.
Tercera sorpresa del día: Esa noche no se dormía. Salimos al frío para cambiar de casa y lo más rápido posible me puse el pijama y me abrigué entre mantas y almohadas. Aunque fui la única, parecía que no había llegado de agua por hoy. Mientras ya resfriada cantaba al ritmo de madrugada del Just Dance, fuera se escuchaban los gritos y el ruido del agua batiendo contra el bordillo. Los perros querían mimos y yo necesitaba entrar en calor.
Una vez acomodados entre colchones y sofás, manteníamos el ambiente con Mamma Mia y sus míticos protagonistas. Antes o después, se iba perdiendo la noción del tiempo. Puedo contarlo porque yo seguía despierta a saber a qué hora de la madrugada, viendo una peli de miedo y vacilando con los pocos que aún seguían como yo. Se que después de acabar una, empezó otra peor que la anterior, que varias alarmas sonaron a deshora y que la luz del día iluminó el salón demasiado temprano. Ahí fue cuando logré conciliar el sueño hasta la hora de desayunar. Un zumo de pomelo, canciones lentas en Youtube y el llanto que el día anterior me había dejado atrás pusieron fin a mi fiesta de despedida.
Gracias una vez más...