La Generación del '02

En menos de dos meses, 2020 nos deja cao con un golpe de realidad. ¿En qué momento llegamos a segundo? Si ayer estábamos pasándonos notitas por debajo de la mesa y jugando en el recreo sin preocuparnos por nada. Los dieciocho se nos vienen encima y nosotros aquí, sobreviviendo malamente en una inestable burbuja emocional. Bachillerato siempre fue palabra peligrosa en boca de un profesor, una etapa complicada pero a su vez nuestra única salida para convertirnos en universitarios. Esa pesadilla que parecía tan lejana y ajena a nosotros, ahora es nuestra rutina.
A estas alturas podría decirse que segundo es estar en los pasillos deseando cumplir los dieciocho para poder salir fuera en los recreos. Es ver como tus amigos, los nuevos y los de siempre, se hacen mayores de edad y pensar que a algunos tanta responsabilidad se les queda grande. Saber que antes o después, te va a tocar a ti encontrar un hueco para una pequeña fiesta con el círculo más íntimo o para emborracharse todos de la misma botella y liarse con esa persona a la que tienes tantas ganas. Dejar que cada quien lidie con ello a su manera, entre exámenes, composiciones y comentarios críticos. Segundo es cambiar Netflix por la biblioteca y adelantar la alarma un par de horas para un último repaso cargado de café pero no de ganas. Son mañanas de pocas palabras y mucha música porque así nos entendemos mejor. Es hacer de tu clase tu familia, pero solo porque no te queda más remedio. Y dejar que del roce nazca el cariño, porque mientras haya quien desmonte argumentos con el don de la palabra, habrá quien se tenga que morder la lengua. Unas relaciones de dame paz y dame guerra, y otras más de aquí te pillo, aquí te mato, porque parece que no tenemos tiempo ni para querer. Una angustia existencial que ni la Generación del 98. Caras de incertidumbre, ojos en blanco y miradas continuas al reloj. Ese tic, tac que ni cesa ni avanza. Invocamos al verano de mil maneras y aún así enero se nos hace eterno. Que uno no gana para fotocopias, bolígrafos y subrayadores. Por momentos nos olvidamos de nuestra salud mental y vivimos como zombies con cascos deambulando por los pasillos. Tenemos como rutina profesores que todo se lo toman como una ofensa personal, dramas y conflictos que parecen sacados de una tragedia. De ahí que haya días en los que llegamos a casa echando humo por las orejas y nos quejamos por Twitter, que al menos nos responde con un par de likes. Ya de noche, una playlist en Spotify que ponga en mute los pensamientos. Segundo es vivir intentando mantener a flote la vida social fuera del instituto, sabiendo que, para bien o para mal, en cuestión de meses cada uno hará su vida. Queriendo creer que seremos reemplazables, pero no repetibles. Para muchos, lo que vendrá es todavía un futuro incierto. Y no hay videntes ni cartas de Tarot capaces de predecir lo que nos espera. Pronto se acabará el quedarse en zona de confort con el grupito de siempre, pero por el momento, toca dejar que los apocalípticos tengan pesadillas con repetir mientras quitan nueves. Que parece que se les va la vida en ello cuando tú lo llevas día a día, sin preocupaciones y con una sonrisa. Pero más allá del esfuerzo está la inteligencia, y todos nos guardamos un as bajo la manga. Solo hay que saber cuándo sacarlo. A veces, hay que tatuarse a tinta de boli unos cuantos nombres o fórmulas en el brazo. Poner a prueba la caligrafía en minúsculos trozos de papel. Hay quien le reza a Dios y a todos los santos presentes en la Biblia, quien confía en su suerte y quien va sin expectativas porque apenas leyó los apuntes. Tampoco pueden faltar aquellos que con su cara bonita y mucha labia piden cambiar un examen una hora antes. Ni quien juega sucio y simplemente saca de folio y hace el cambiazo. 
Segundo es una montaña rusa que de tanto sacudirte termina por cambiarte, y aunque no lo parezca es para bien. A veces incluso te recompensa con buenos resultados y unas monedas para tomar algo un viernes de tarde y ponerse al día con alguien de confianza. O sábados de Larios Rosé, cigarros, perreo y sudor que eliminen la tensión acumulada durante la semana. Noches para el recuerdo que acaban en domingos de resaca con dolor de cabeza solo de pensar en coger un libro. Segundo es poner la alarma para las 7 y volver a empezar hasta que llegue junio y estemos en la playa riéndonos de la broma de mal gusto que fue bachillerato. 

 

 
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