A paso lento

Está bien. Por hoy he terminado mi etapa de frustrante lucha con los números, de ver mi serie y de leer un libro emocionante. Ahora me toca escribir, y reflexionar un poco. 

Estos últimos días de vacaciones he estado pensando mucho, como de costumbre. Entre otras cosas, en cómo mi playlist aleatoria ahora está formada por canciones seleccionadas, de distintos autores y ritmos. Lo que todas tienen en común, es que transcurren despacio. Al compás. Sin prisa. Y esto es algo que no suelo tener en cuenta en el día a día, en parte porque las personas que me rodean de alguna manera me impiden hacerlo. 
Todo va más o menos según lo previsto hasta que un día te das cuenta de que el maldito té verde de las tres podría durar media horita más, que no quieres acabarte la segunda temporada de tu serie favorita al día siguiente de haberse estrenado, que las páginas de ese libro merecen ser leídas con calma y descansos, o que esa notita quedará mejor con buena caligrafía y algo de color. Que los bombones se saborean mejor a trocitos, y que lo más bonito de las películas no está en el final, sino en cómo empezó todo. Es la necesidad de ir a paso lento la que nos hace apreciar los pequeños placeres, y sé que es un gran tópico, de nuestra impredecible, sencilla, y por momentos, emocionante vida.

 

 
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