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  • Una Aventura Futurista

    La Luna, año 2067. Después de cinco días y medio de viaje en nuestro cohete espacial, el "Shuttle XX", la squad llegaba a su destino. Cansados de La Tierra en aquel tiempo, habíamos decidido arriesgarnos a una nueva aventura. Allí ya no teníamos nada que perder. Habíamos estado viendo fotos y leyendo artículos de personas contando su experiencia. La última expedición había sido hace 4 años, habiendo dejado allí una población de 20 habitantes. Lo que no sabíamos era que aquel lugar era muy distinto a como lo conocíamos. Aterrizamos a primera hora de la mañana, según el nuevo horario allí establecido. De inmediato, nos recibieron dos asistentes. Se encargaron de nuestro equipaje y nos acompañaron a la que sería nuestra casa aquellos próximos días. No era en absoluto parecida a la de las fotos. Era un amplio bloque geométrico, con una amplia cristalera desde la cual se veía el Sistema Solar. Los cráteres se habían convertidos en pequeñas bañeras y había visitas guiadas por asteroides. Nosotros preferimos ir por nuestra cuenta. Llegamos a una parte en la que hacía mucho calor, los seis con la ropa de verano que nos regalaron en el hotel. El suelo estaba completamente cubierto de arenisca blanca y reluciente, aunque un poco molesta. Allí cerca había un puesto de batidos lunáticos, y un concierto del Dj selenita MGxx. Por si eso no fuera suficiente, mientras nos relajábamos en las pozas volcánicas Nacho conoció a una pareja de habitantes Mexicanos, quienes nos acompañaron el resto de nuestra aventura. 

  • Imprevistos.

    Estaba en la cafetería de siempre, la de la esquina, donde puedes encontarme todos los sábados a las ocho de la mañana. Siempre voy allí a por un café con leche y un par de barritas energéticas, para después ir a dar la vuelta a la manzana. Normalmente a esas horas no hay apenas gente, y hoy no era una excepción. De fondo sonaba una sinfonía para piano, seguramente de algún compositor famoso. No estoy muy metida en el tema de la música. Intentaba escribir algo nuevo, pero no encontraba la inspiración. De repente, alguien abrió lentamente la puerta del café. Era un chico bajito, moreno y delgado. Físicamente no llamaba mucho la atención, pero tenía un comportamiento un tanto especial. Se acercó a la barra y se quedó en silencio unos segundos, pero no pidió nada. Me miraba de reojo, así que bajé la mirada hacia mi cuaderno. Era una de esas típicas situaciones un tanto incómodas y sin sentido, que luego terminan en una historia de amor. Pero esta era diferente. Al final se decidió por un té rojo. Se lo sirvieron en una taza y, no para mi sorpresa, se acercó a mi mesa y se sentó en la silla de enfrente. Ambos nos quedamos mirándonos en silencio un buen rato, hasta que dijo en voz baja: -No tienes ni idea de quien soy, verdad?. Efectivamente, no tenía ni idea de quien era aquel chico. En un momento de debate mental pensé en todas las personas de las que me había despedido alguna vez. Y ,como si me hubiera escuchado, respondió: -No vayas por ahí, ese es el problema. Él y yo no nos habíamos despedido, pero estaba claro que tampoco seguía en mi día a día. -No entiendo- respondí confusa. Se remangó la camisa y me mostró su muñeca. Aquella especie de letra árabe me la conocía bien... ¿Cómo podía ser? ¿Cómo podía haberle olvidado? Creía que sería imposible.

  • Algún Día...

    Sigo esperando algo imposible, que la vida deje de sorprenderme, que la que fue mi mejor amiga me salude por la calle. Que algo que queremos no se tenga que ir, que nos devuelvan los favores que hemos hecho, que recibamos lo mismo que damos, que no haya obstáculos imposibles. Que haya daños que se curen con un abrazo, que la sonrisa de alguien sea eterna, que algo simple y pequeño sea algo muy valioso, que la importancia se le de a cada pequeño momento. Que dos personas de distinto color sólo se diferencien por su tono de piel, que la felicidad sea superior al resto, que todo el mundo disfrute de su familia, que la palabra GRACIAS esté en boca de todos. Que si hay un accidente sea el salirse de la línea al colorear, que los niños puedan ser niños, que si can lágrimas sean de felicidad y que si alguien hace una promesa sea para cumplirla. Algún día...

  • Recuerdos

    28 de junio de 2017. El cielo está cubierto de nubes negras, aunque ahora no llueve no tardará mucho, y el viento sopla con fuerza por el batiente de la ventana. Estoy sentada en el comedor, sola, con una taza de café frío en una mano y una libreta con pequeñas notas en la otra. Siento que las agujas del reloj no corren como siempre, pero que no vale la pena frustrarse por ello. Mis amigas están de vacaciones, con lo cual no tengo a nadie a quien acudir. Que tampoco es que lo necesite, al contario. Tanto tiempo libre me hace meditar y aclarar las ideas, pero no evitar los recuerdos. Me atacan constantemente. Vuelven en cosas estúpidas como una serie, una canción o en este café. Hasta el mismo día de hoy me trae algún recuerdo. Y aunque no puedo evitarlos, no me molesta su presencia, ya no. Y es que no vienen a hacerme daño, se limitan a pasar y a recordarme algo que ya se fue. 

  • Desafío De Personalidad

     -Lista?
       -Lista. Listo?
       -Listo. Para sorprenderme. Bueno, si es que eres capaz, que lo dudo.
       -Riendote te sales del papel, idiota.
       -Espera, que me toca a mi primero. Te diré que, por la curva de tus ojos, no has pegado ojo esta noche. Y la expresión de tu cara me dice que esto te encanta, y que no vas a ceder. Sé que si ahora me respondieras algo, te limitarías a negar con una sonrisa de lado.  Te tocas la cintura con los dedos, lo que quiere decir que te estás poniendo nerviosa, y te muerdes el labio inferior porque te mueres de ganas de gritarme a la cara, aunque si lo hicieras tendrías que ponerte de puntillas para estar a mi altura, cosa que no harías porque sabes que quedaría mal, y en su lugar elevarías el tono de voz poco a poco, y si no te logro convencer a tiempo, me pegarías en el pecho, pero solo un par de veces, porque sino parecerías una niña pequeña. Ahora, sal de tu asombro y llevame la contraria. 

    -En mi defensa diré que la curva de mis ojos es así a propósito, pero tu no te quedas atrás. Deduzco que te levantaste con diez minutos de margen, lo que explica que tu raya del pelo no esté perfecta, como de costumbre. Y tu vestimenta de hoy es el mismo estilo de siempre; pantalones negros, largos y ceñidos, siempre con bolsillos, una camiseta básica con un bolsillo en un lado cerca del pecho y una cazadora azul, no muy bien combinada, pero que te favorece mucho. Ah! Y ese penetrante olor a colonia-desodorante, en una cantidad excesiva, pero que huele muy bien. Normalmente te pasas la mañana con ambas manos en los bolsillos, aparentando normalidad y tranquilidad, factores que no sientes mucho, pues tienes las uñas mordidas casi del todo, y curvas los ojos, como un signo de concentración. Tu mirada dice mucho de ti, desafiante. Pero ya tienes a tu grupo que lo confirma siguiendote a todas partes. Añado lo nervioso que te pones cuando te tocan un tema, aunque al final acabas riendote, lo que supongo que será una táctica para disimular. Y en estas dos semanas pude comprobar que solo meriendas un bebible, siempre el mismo, y un bocadillo que compras en la cafetería, de bacon con queso. Y por último, intentas esquivar charlas con los profesores saliendo de clase siempre de primero. Aquí lo dejo, y cuidado, que se te cae la baba.

  • Al Otro Lado De La Ventana

    Hacía un día de muchísimo calor, algo muy poco frecuente en aquella zona. Estaba escuchando música sentada en el sillón del salón de mi piso cuando oí un grito. Venía del piso de enfrente, donde vivía un chico de mi edad, pelirrojo, de tez blanca y con múltiples pecas. Ya habíamos coincidido por los rellanos alguna que otra vez, pero nunca habíamos cruzado más de cinco palabras.
    Me asomé a la ventana.
    -Hay algún problema?
    -Eehh... Disculpa por el grito, es que... 
    Señaló hacia el hueco que separaba mi piso del suyo, donde estaba la calle. El tendal que colgaba de su ventana se había soltado y había caído. No pude evitar soltar una carcajada.
    -Quieres que baje contigo y te ayudo a cogerlo?
    -Sí, por favor. -Contestó avergonzado- 
    -Vale, bajo ahora.
    Me calce y baje las escaleras. Abrí el portal, salí a la calle y avancé hasta el hueco entre ambos edificios. Él ya estaba sujetándolo. Intentamos cogerlo pero pesaba demasiado. Así que subió a su casa y volvió con unas cuerdas largas, lo suficiente como para agarrarlas desde nuestras respectivas ventanas y atar a estas el tendal para subirlo. Y eso hicimos. La distancia no era mucha y vivíamos en un segundo. 
    Corrí arriba y tiré mi cuerda desde la ventana, agarrando un extremo, haciéndole un nudo y anclándolo a un gancho, mientras él ataba el otro al tendal. Una vez sujeto, me senté el el borde exterior de mi ventana, y con poco esfuerzo pasé al otro lado, y entre en su casa, por su ventana.
    Una vez dentro me encontré con su hermana pequeña, a la cual convencí para que agarrase el extremo de la otra cuerda con fuerza mientras el tendal subía. Volví a pasar a mi casa y mi señal de tres, la niña tiró con todas sus fuerzas, al igual que yo, hasta tener el tendal a la altura de las ventanas. Empuje el tendal hacia su lado, mientras ellos tiraban hacia adentro. Una vez acabada la misión, volvió a asomarse.
    -Muchas gracias!! Fuiste de mucha ayuda
    -No hay de que -Dije riendo- Mira a Doña Remedios, ya está echando el ojo.
    Doña Remedios era la vecina del tercero B, una viuda que se pasaba los días mirando por la ventana, haciendo ganchillo y acariciando a su gata, que siempre ponía la oreja.
    -Buenos días, Reme! -Dijo el chico educadamente- Cómo madruga usted! 
    -Buenos días hijo. Que andáis haciendo? Que vais a caer!
    -Aquí el chico que es un torpe señora -Dije de guasa- Anda, metase para dentro que este sol es muy malo para la cabeza. 
    Bueno, nos vemos, adiós!
    -Oye, quieres venir a merendar esta tarde? Es lo menos que puedo hacer para compensarte.
    -La verdad es que iba a bajar a la tienda a buscar algo para desayunar. No tengo nada por casa...
    -Ah! Yo iba a desayunar ahora, tengo chocolate con churros, vente!
    -Mmm... Vale!!
    Cogí el móvil y atravesé su ventana.
    -A todo esto, como te llamas?
    -Leonardo, pero puedes llamarme Leo, Leo Moretti. Te preguntaría lo mismo pero quien no va a conocer a la vecina mas simpática y amable del edificio! Sarah Stone, es un placer desayunar contigo.
    - Lo mismo digo, Moretti. Venga, pasame un par de churros, que tengo hambre.
     

  • Último Relato Del Curso.

    24 de junio de 2017

    En estos últimos días de curso suelen surgir tópicos como:  "gracias por estos 9 meses" "ha sido un curso genial..." y un largo etcétera, que no considero importante.

    Sin duda ha sido un año que ha valido la pena, que ha sido de verdad. Que al principio parecía eterno, pero que se nos escapó de las manos. Este curso aprendimos el valor de las cosas realmente importantes, un concepto de amistad distinto al que conocíamos y todo lo que engloba la palabra aventura.

    Hemos dejado marchar a una persona para que otra nueva llegara en su lugar más de una vez. Nos hemos rodeado de gente de todo tipo, buena y mala, e incluso hemos conocido a chicos de otro país. Hemos estado confundidos hasta por fin encontrar un equilibrio, y vivido experiencias que sin duda repetiríamos. Hemos convivido nueve meses con adultos que nos han enseñado mucho, y con otros que han dejado huella, aunque no siempre en el buen sentido. Nos hemos esforzado por conseguir algo de lo cual ahora recibimos recompensa, y sobre todo, hemos disfrutado con todos y cada uno de los pequeños detalles que nuestro grupo ha ido regalándonos. 

    También es cierto que hicimos muchas cosas mal, que cometimos errores que pudimos haber evitado, que a veces no dimos lo mejor de nosotros, que nos enfadamos con personas a las que guardamos un cariño especial, que no cuidamos lo suficiente algunas cosas, y que lo realmente importante no siempre estuvo en un primer plano, pero de eso se trata. De echar la vista atrás y sentir que ha valido la pena. Por todo ello, gracias.

  • Así es

     

    La abuela ya no pasa la tarde sentada en la mecedora, haciendo calceta. Mamá ya no riega las plantas ni cambia nuestras cosas de sitio. El abuelo ha dejado de rezar y de seguir el calendario, y mi hermano ya no quiere jugar a videojuegos. Ni siquiera yo he vuelto a escribir en mi pequeña libreta. Mi padre tampoco toma el té verde de las tres conmigo, y la vecina ya no está pendiente de nuestras cosas. Mis primos pequeños ya no juegan por el jardín con el gato, y a mis primos mayores apenas los veo. La familia hace años que no se junta para celebrar un cumpleaños. Viendo el lado positivo de este 2027, Juan por fin es viner y Adriana, blogger. Ahora casi hacen más quedadas con sus Fans que con el grupo. Y hablando del grupo… Ella y yo seguimos siendo mejores amigas. Quedamos siempre que podemos, y salimos a cenar con los chicos. Este post lo escribo desde el avión, de vuelta a casa después de dos semanas en Francia, un viaje que ya venía de hace tiempo. Algo importante.