Blog

  • El resurgir de un fénix adolescente

    Nacho no es un chico como otro cualquiera, os lo juro. A simple vista puede parecerlo, pero en realidad es una caja de sorpresas de corroído resorte. Conocerlo bien no es tarea fácil, pero vale la pena. No tiene demasiadas amistades, pero espera todas las noches a que su madre llegue del trabajo. A las once de la noche le tiene preparadas unas cuñas de queso con embutido, membrillo y una copa de vino. Suelen hablar de pie hasta cansarse, y solo entonces se van para cama y prosiguen con sus respectivas lecturas, iluminados por la tenue luz de un candelabro.

      Ferrolana de nacimiento y espíritu inconformista, Blanca lleva toda una vida dedicándose a los demás. Fue percebeira desde muy joven, pues alguien tenía que hacer llegar el dinero a casa y el pan a la boca. En sus años de juventud, después de mucho ahorrar, se fue a la capital a estudiar traducción. Le dieron una beca, pero el alquiler no se pagaba solo. Lo suyo fue pura vocación, como hoy en día ya no se escucha. Unos años después tuvo un hijo sin estar casada, lo que la convirtió en el hazmerreír del pueblo. La historia se expandió como la pólvora, hasta tal punto que las señoras más finas le negaban la paz en misa. Tanto fue así que terminó por alejarse de la vecindad para centrarse en su hijo. Mientras su marido navegaba, ella le cogía los bajos a las faldas de las niñas por cuatro duros. Vigilaba a Nacho con un libro en una mano y un rosario en la otra, siempre con la angustia a la espalda. Aquel hombrecito fuerte de mirada noble observaba con lupa todo lo que para el resto pasaba desapercibido. Con cuatro años ya sabía hacer sus primeros nudos marineros, con los que recibía cada noche a su padre. Aquella mirada llena de alegría era el vivo reflejo de un inmenso potencial, que florecería años más tarde con su especialización en lengua sánscrita. Ya de los de su quinta fuera el primero en aprender el catecismo y el último en olvidar los versos de María Victoria Moreno. Siempre observador, meticuloso y preciso como un reloj.

    Blanca es, en parte, la razón por la que Nacho vive para leer, pues entre los dos construyeron su santuario particular: una biblioteca. Como no podían permitirse comprar libros nuevos, limpiaban las cubiertas y cosían los lomos para luego clasificarlos en estanterías de madera al lado de la chimenea. Aquella era su única fuente de calor, y los libros; el mayor de sus disfrutes.

    Breogán, su padre, siguiera la misma línea humilde y tradicional. Único varón de cuatro hermanos. Una mañana de invierno encontró un par de maletas en la puerta, pues se negara a seguir los pasos militares de su padre, algo impropio de un hombre. Prestó servicio militar en África y trabajó en los astilleros de Ferrol, al lado de su gran amor: el mar. A Blanca la conoció en sus años de juventud. Aquella chica esbelta de cabellos negros y voz de sirena que a menudo paseaba por el muelle fue la causa y la consecuencia de que la vida retomara su sentido. La noticia de una criatura en camino lo estremeció, no sabe si por la nostalgia de pensar en los futuros abuelos o por la responsabilidad que suponía asegurar una ración más en la mesa.

      Contra todo pronóstico, Nacho creciera felizmente entre anclas y gaviotas, comprando helados en el puesto del Náutico y construyendo relojes con la arena de la playa que luego emplearía como medida de tiempo para la vuelta a tierra de su padre. Por supuesto, aquel método resultaba poco fiable, pero desde su inocencia semejaba una gran idea. Más allá del sabor a marisco con sabor a algas y sal marina, en casa nunca tuvo conocimiento de grandes lujos. Así se nutrió del árbol de la felicidad. Fue al comenzar en secundaria, en el centro de la ciudad, cuando todo se volvió gris.

    - Es que tienes que saberlo todo? Tanta perfección me agota.

    - Nacho, eres un aburrido. Nunca quieres hacer nada. Ya vamos teniendo una edad, salir de fiesta es de lo más normal.

    - Pensar a largo plazo? Déjate de tonterías. Disfruta del hoy, Nacho, la juventud es un tesoro efímero y pasajero.

      Pero yo conozco muy bien a Nacho, incluso me atrevería a decir que mejor que nadie. Y puedo aseguraros que no era ningún loco, sino todo lo contrario. Sabía que todos esos vicios que incesantemente llamaban a su puerta no eran más que tentadoras distracciones en el camino del éxito. Había leído suficientes libros y escuchado suficientes testimonios para llegar a la conclusión de que podía prescindir de todas esas supuestas diversiones. Igual de consciente era de que, por supuesto, esto tenía un coste de oportunidad: la pérdida de amistades. ¿Valía la pena? Lo cierto es que nunca lo tuvo muy claro, pero solía creer que sí. Además, era todo un aficionado a los refranes populares. “Quien con lobos anda, a aullar aprende”, murmuraba de vez en cuando en un flaco intento de autoconvencerse. Esto le llevó a medir sus palabras, a cuestionarse cualquier comentario que llegara a sus orejas y a pasar más tiempo consigo mismo, sumergido en versos de otros tanto como en los suyos propios.

      En esta misma línea se movían la mayor parte de sus compañeros, como robots programados según un manual. Tan centrados en sus carencias y sus problemas del primer mundo que no eran capaces de ver más allá de unas fronteras muy delimitadas, donde ni la vida adulta ni el pensamiento a largo plazo tenían cabida. Los protagonistas de tan triste historia eran aquellos como Antía, que desfallece por llamar la atención en redes y va a veinte me gustas por minuto. O Victoria; ensimismada aún en las banalidades del instituto, más preocupada por el cotilleo que por selectividad. Carlos; distribuidor de alcohol y diversas sustancias de dudosa procedencia con los pulmones negros a los dieciocho. Falto de dinero para unas gafas nuevas pero siempre con suficiente para tabaco. Ramón; incapaz de meter una moneda al mes en la hucha porque la compra online se le va de las manos. Niñas de la quinta del 2005 que llegan a la adolescencia sin el más mínimo ápice de inocencia. Chavales con un altísimo potencial, voluntariamente aislados en una burbuja de confort y videojuegos. En los medios, manifestantes desatados que echan a perder las calles sin pararse a pensar en las consecuencias, como si no hubiera ley que estuviera por encima de ellos. En resumen, una generación nacida en un nido de plumas y algodones, con el biberón en la mano y la corona en la cabeza. Niñatos sin concepción de sacrificio, partícipes de la queja inagotable que llevan el vicio por bandera. Marionetas desprovistas de espíritu crítico, manejadas a su antojo por unos poderes corruptos hasta la médula. En adición a todo esto, la vigente política de bar y una tasa de paro juvenil que poco futuro prometía tenían a Nacho en un nihil novum sub sole constante, casi esperando un milagro. En medio de este desierto de pasotismo e ignorancia se encontraba él, aún consciente de un pasado lleno de pretextos en el que no veía más allá de su cigarro. Ahora quedaba aislado de todas esas nimiedad propias de la inmadurez. Absorto en la oratoria de Cicerón, subrayando los conceptos más relevantes a lápiz con sumo cuidado por si precisa recurrir a ellos en algún argumento futuro. Nacho, muy a su pesar, también formaba parte de esa sociedad de porcelana china.

      Fue la última mañana de curso de cuarto de la ESO cuando una especie de ángel de la guardia se acercó a él. Se trataba de la encantadora Agnès, la profesora de francés. Una mujer que rondaba los cincuenta, de pelo corto, fulares llamativos y sonrisa infinita. Nacho se disponía a recoger su material cuando, con un breve gesto, lo llamó a su mesa.

    - Mon cher élève, debes saber que estoy muy orgullosa de ti, y muy contenta por todo lo que estás consiguiendo. Fue un verdadero placer tener alumnos como tú este año, de verdad. Solo espero que no escuches esas voces oscuras que solo pretenden echarte hacia atrás, porque tienes un enorme potencial y una sensibilidad maravillosa. - hizo una breve pausa y lo miró fijamente-. Sé que algún día iré a una librería a comprar un libro tuyo.

      Aquellas palabras aliviaron su momentáneo dolor como el agua oxigenada cura las heridas. En aquella pequeña clase, pintada de verde y llena de pupitres, tomó conciencia de que, por extraño que le sonara, alguien velaba por él. De que, por fin, alguien ponía la mano en el fuego por su triunfo en la vida. Y de que no podía dejar que esa confianza se desvaneciera. Nacho tenía muchas misiones en la vida, propósitos llenos de ambición y deseo, pero su mayor misión era prosperar. En el colegio, en el trabajo, en casa y en el futuro. Como formado padre de familia y líder de importantes proyectos que aportasen a la humanidad un granito de arena, como aquellos que introducía de pequeño en sus relojes. Tan filosófico y soñador como él era, entendía el cambio como algo imprevisible e inevitable. Creía fielmente que las cosas pueden cambiar de forma mil y una veces, pero que aquellas que necesitamos estarán siempre a nuestro lado. Esa profunda reflexión era una de sus favoritas, y la replanteaba una y otra vez caminando por la orilla hasta encontrarle sentido pleno.

      El mar fue, durante la mayor parte de su corta existencia, una fuente inagotable de calma y protección. Pasara tantas horas al lado de aquella inconmensurable fuerza originada de las entrañas de la naturaleza que terminara dejándose guiar por ella. Sus sentidos, su alma y su instinto ya dependían del mar. De él se desprendió, muy a su pesar, al fallecer su padre, uno de tantos humildes y curtidos marineros devorados injustamente por las bestiales olas de Riazor. Dios sabe que aquel diciembre lloró tanto en la orilla que sus lágrimas se confundían con la arena. Sobrecogido por una amenazadora ausencia, buscó un nuevo hogar en el tesoro de las Rías Baixas. Allí siguió escuchando que estudiar humanidades no tenía salidas, que todo eso estaba anclado en el pasado y que acabaría trabajando en un puesto cualquiera sin gran remuneración. Pero Nacho se negaba a lidiar con la mediocridad, él siempre aspiraría a más. Así se lo enseñara su madre. Le pesaba dejarla allí sola, vestida de luto de los pies a la cabeza, pero a cada comentario desalentador respondía con un nuevo sello en el pasaporte: Montecatini, Lyon, Bristol, Texas… Pero siempre alguna fuerza invisible intentaba traerlo de vuelta. Cuanto más lejos estaba de su tierra, más morriña sentía por las noches. Volvió unos años después, tan solo como se había ido pero con el equipaje lleno de memorias, experiencias y conocimiento. Ahora era él quien relataba para su madre las historias del corazón de América, con la manos ligeramente posada en la suya.

      «El 11 de septiembre de 2001, una ingente cantidad de escombros cubría por completo los casi cuatrocientos árboles de la zona cero, provocando su muerte. Lo de las Torres Gemelas fue un desastre lleno de ironía, en el que el último ápice de vida allí encontrado es merecedor de unas sobrias líneas. Un peral de unos cuarenta años, por cuya recuperación nadie pagaba un centavo, volvía a florecer al ser cambiado de entorno. Me siento nostálgico porque precisamente ahí reside la fortaleza. A veces, el potencial es la llave maestra para la que el entorno es la celda. Por eso, desde aquí hago un llamamiento a todas aquellas personas deseosas de descubrir el color de su flor, para que pronto sepan cómo florecer.»

    A Blanca le quedaban pocas razones para sonreír, pero cerrar los ojos cada noche al sonido de las líneas de su hijo era medicina para su alma. Así transcurrió la ya tardía adolescencia de Nacho, leyendo e inventando historias para sacarle una sonrisa a la que siempre fuera la mujer de su vida. Fue a los veinticinco cuando, después de seis meses de aislamiento, publicó su primer libro: “Las horas del mar desde un reloj de arena”, sobre las peripecias de la faena en agitadas mareas y el ansia de volver al hogar. Pero, quizá porque no supo transmitir el mensaje a su público, el récord de ventas no superó los dos mil ejemplares. O quizá fallara otra cosa. Su mundo laboral se veía frustrado y por las noches no recibía otra visita que la de la incertidumbre. Fruto de la desesperación por vivir y ganarse la vida internó a su madre en una residencia, ya con principios de Alzheimer. Se prometió a sí mismo que la visitaría varias veces al año, le dió un largo y amargo beso en la frente y acto seguido cogió un vuelo directo a Berlín sin fecha de vuelta. En cuanto a la casa y la librería, esa que con tanto cariño construyeran, quedaran a manos de Dios.

      No llevaba allí ni dos meses cuando el amor llamó a su puerta. Hablaba alemán y era editora, lo cual captó de inmediato la atención de aquel admirable hombre perdido por los caminos de la vida. En cuestión de horas, cualquiera intención de de interés propio y malicioso se desvaneciera por completo. Charlotte era una mente brillante, ingeniosa y especialmente cautivadora. Además de unos vertiginosos ojos azules, tocaba el piano de manera angelical. Le hacía tartas de zanahoria y corregía todos y cada uno de los textos que Nacho le mandaba, anotando en rojo cualquier detalle a mejorar. De hecho, así fue como le pidió una cita. Cogidos de la mano pasearon por la Antigua Galería Nacional, enriqueciéndose a cada paso de la majestuosidad de sus obras, impregnándose de cada miligramo de cultura e historia que podían aprovechar. Aquella escapada dio comienzo a los rotundos éxitos de un equipo que semejaba invencible. Con ayuda de Charlotte, el segundo libro de Nacho salió a la venta en Alemania, donde no dejó a nadie indiferente. Literalmente. Convirtió a su autor en el “gallego prodigio” dotado de una elegancia narrativa digna de estudio. Su cuenta bancaria comenzó a sumar ceros y su rostro ocupó hasta la última portada de La Voz de Galicia: “Nacho Barroso; el talentoso gallego que ya triunfa en Alemania.” Nunca hubiera imaginado que sería una mujer berlinesa quien lo llevara de vuelta a sus raíces, dándole luz verde a aquella misión que aún seguía encerrada en su cabeza: la prosperidad. Tituló aquel best-seller “El resurgir de un fénix adolescente”, hablando por y para toda la juventud presa en una celda de papel, para que luchasen por un exitoso porvenir. Recaudó todo el dinero posible, le propuso matrimonio a aquella mujer que tan rápido se ganara un hueco en su corazón y volvió con ella a su estimado hogar, ajena a toda fama interesada. Charlotte, como alma libre que era, no se pensó dos veces su respuesta. Ni respecto a la boda, ni para abandonar su país. Tras algunas gestiones, incluso consiguió que su madre estuviese de vuelta en aquella humilde morada para ver crecer un proyecto tan ambicioso como fuera su librería. Los miembros de la familia Barroso, tanto en la Tierra como en el cielo, tenían por fin esa tranquilidad y felicidad que tanto merecían. Como bien dejó por escrito Nacho, mi queridísimo hijo, en la dedicatoria de su libro:

      «La moraleja de esta historia mía es que nunca estaremos mejor servidos que por nosotros mismos. Es bien sabido que las palabras se las lleva el viento, especialmente aquellas desalmadas que nos son ajenas, y que el futuro deseado está reservado para los grandes soñadores. Pero deben saber que este futuro tiene sus cimientos en la dedicación, el esfuerzo y la constancia, valores que aprendí de mi padre desde pequeño. Navega lejos y vuelta alto, marinero. El mar y el cielo son para ti.»

    ***

      Era una fría y amenazante mañana de septiembre, que coincidía con el decimoquinto aniversario del fallecimiento de aquel eterno héroe. Parecía que las olas bailaban al sonido del viento, del canto de las gaviotas y de la caracola que sostenía en el lóbulo de la oreja al tiempo que una lágrima salada mojaba su mejilla. Por mucho que creciera, para algunas cosas seguía siendo un niño. El calor de la mano de su madre se mezclaba con el sudor, sin que esto hiciera que se separaran. Blanca era ya una viuda canosa y deteriorada, cuyos recuerdos se perdieran por quién sabe qué rincón de su memoria. La escena invitaba a la nostalgia, pues era tan vívida que casi podían escuchar su voz grave y jovial invitándolos a seguir viviendo, a terminar de cumplir las misiones de la vida que a él le fuera arrebatada antes de tiempo. Fue en ese preciso instante cuando Nacho comenzó a resurgir, esta vez de verdad. Como el ave fénix, el peral de la zona cero, y como todas aquellas cosas que por naturaleza desprenden vida.

     

  • O rexurdimento dun fénix adolescente

      Nacho non é un rapaz coma outro calquera, xúrovos que non. A simple vista pode parecelo, pero en realidade é unha caixa de sorpresas de corroído resorte. Coñecelo ben non é cousa fácil, pero paga a pena. Non ten demasiadas amizades, pero agarda tódalas noites a que a súa nai chegue do traballo. Ás once da noite tenlle preparadas unhas cuñas de queixo con embutido, marmelo e unha copa de viño. Adoitan falar de pé no mesado até se cansaren, e só entón marchan para cama e proseguen coas súas respectivas lecturas, alumeados pola luz do candil. 

      Ferrolá de nacemento e espírito inconformista, Branca leva toda unha vida adicándose aos demais. Foi percebeira dende moi nova, pois alguén tiña que facer chegar os cartos a casa e o pan á boca. Nos seus anos de xuventude, despois de moito aforrar, marchou á capital a estudar tradución. Déronlle unha beca, pero o alugamento non se custeaba só. O dela foi pura vocación, como hoxe en día xa non se escoita. Uns anos despois tivo un fillo sen estaren casada, converténdose no faime rir do pobo. A historia estendeuse coma a pólvora, ata tal punto que as donas máis refinadas negábanlle a paz na misa. Tanto foi así que rematou por afastarse da vecindade para centrarse no seu fillo. Mentres o seu marido navegaba, ela collíalles os baixos ás faldas das nenas por catro duros. Vixiaba de Nacho cun libro nunha man e o rosario na outra, sempre cunha físgoa de desacougo ao lombo. Aquel homiño forte de mirada nobre ollaba con lupa todo o que para o resto pasaba desapercibido. Con catro anos xa sabía facer os seus primeiros nós mariñeiros, cos que recibía cada noite ao seu pai. Aquela ollada chea de ledicia era o vivo reflexo dun inmenso potencial, que florecería anos máis tarde coa súa especialización na lingua sánscrita. Xa dos da súa quenda fora o primeiro en aprender o catecismo e o último en esquecer os versos de María Victoria Moreno. Observador, meticuloso e preciso coma un reloxo. 

      Branca é, en parte, a razón pola que Nacho vive para ler, pois entre os dous construíron o seu santuario particular: unha biblioteca. Como non podían permitirse mercar libros novos, recolectaban todos aqueles que atopaban no lixo, ou na rúa, ou nas escolas. Era unha época escura para o saber. Arranxaban os danos máis visibles, limpaban as cubertas e enfiaban os lombos para logo clasificalos en estantes de madeira ao carón da cheminea. Aquela era a súa única fonte de calor e, os libros, o maior dos seus desfrutes.

      Breogán, o seu pai, seguira a mesma liña humilde e tradicional. Único varón de catro irmáns. Unha mañá de inverno atopou un par de maletas na porta, pois rexeitara seguir os pasos militares do seu pai, algo impropio dun home. Prestou servizo militar en África e traballou nos estaleiros de Ferrol, a carón do seu gran amor: o mar. A Branca coñeceuna nos seus anos de xuventude. Aquela moza esbelta de cabelos negros e voz de serea que a miúdo paseaba polo peirao foi a causa e a consecuencia de que a vida retomara o seu sentido. As novas dunha criatura en camiño estremecérono, non sabe se pola nostalxia de pensar nos futuros avós ou pola responsabilidade que supuña asegurar unha ración máis na mesa. 

      Contra todo pronóstico, Nacho crecera felizmente entre áncoras e gaivotas, mercando xeados na caseta do Náutico e construíndo reloxos coa area da praia que logo empregaría como medida de tempo para o retorno a terra do seu pai. Por suposto que aquel método resultaba pouco fiable, mais dende a súa inocencia semellaba unha gran idea. Máis alá do marisco con sabor a algas e sal mariña, na casa nunca tivo coñecemento de grandes luxos. Así nutriuse da árbore da ledicia. Foi ao comezar secundaria, no centro da cidade, cando todo tornou gris.

    • E que sempre tes que sabelo todo? Tanta perfección esgótame.
    • Nacho, es un aburrido. Nunca queres facer nada. Xa imos tendo unha idade, saír de festa é do máis normal. 
    • Pensar a longo prazo? Déixate de parvadas. Disfruta do hoxe, Nacho, a xuventude é un tesouro efémero e pasaxeiro. 

      Pero eu coñezo moi ben a Nacho, incluso atreveríame a dicir que mellor que ninguén. E podo asegurarvos que non era ningún tolo, senón todo o contrario. Sabía que todos eses vicios que incesantemente chamaban a súa porta non eran máis que tentadoras distraccións no camiño do éxito. Tiña lido suficientes libros e escoitado suficientes testemuñas para chegar á conclusión de que podía prescindir de todas esas supostas diversións. Igual de consciente era de que, por suposto, isto tiña un custo de oportunidade: a perda de amistades. Pagaba a pena? O certo é que nunca o tivo moi claro, pero acostumaba a crer que sí. Ademais, era todo un afeccionado aos refráns populares. “Quen con lobos anda, a ouvear aprende”, murmuraba de cando en vez nun fraco intento de autoconvencerse. Isto levouno a medir as súas palabras, a cuestionarse calquera comentario que chegara ás súas orellas e a pasar máis tempo consigo mesmo, sumido en versos de outros tanto como nas súas propias verbas. 

      Nesa mesma liña movíanse a meirande parte dos seus compañeiros, coma robots programados segundo un manual. Tan centrados nas súas carencias e nos seus problemas do primeiro mundo que non eran quen de ver máis alá dunhas fronteiras ben limitadas, onde nin a vida adulta nin o pensamento a longo prazo tiñan cabida. Os protagonistas de tan triste historia eran aqueles como Antía, que desfalece por chamar a atención nas redes e vai a vinte “me gustas” por minuto. Vitoria; sumida aínda nas banalidades do instituto, máis preocupada polo chisme que pola selectividade. Carlos; distribuidor de alcohol e diversas substancias de dubidosa procedencia cos pulmóns negros aos dezaoito. Falto de diñeiro para unhas gafas novas pero sempre con suficiente para tabaco. Ramón; incapaz de meter unha moeda ao mes na hucha porque a compra online váiselle das mans. Rapazas da quinta do 2005 que chegan á adolescencia sen o mais mínimo ápice de inocencia. Mozos cun altísimo potencial, voluntariamente aillados nunha burbulla de confort e videoxogos. Nos medios, manifestantes desatados que botan a perder as rúas sen pararse a pensar nas consecuencias, coma se non houbera lei que estivera por enriba deles. En resumo, unha xeración nada nun niño de plumas e algodóns, co biberón na man e a coroa na testa. Párvulos sen concepción do sacrificio, partícipes da queixa inesgotable que levan o vicio por bandeira. Monicreques desprovistos de espírito crítico, manexados ao seu antoxo por uns poderes políticos corrompidos até a medula. En adición a todo isto, a vixente política de bar e unha taxa de paro xuvenil que pouco futuro prometía tiñan a Nacho nun nihil novum sub sole constante, case agardando un milagre. No medio dese deserto de pasotismo e ignorancia atópabase el, aínda consciente dun pasado cheo de pretextos no que non miraba máis alá do seu cigarro. Agora restaba alleo a todas esas nimiedades propias da inmadurez, coma se o tesouro da adolescencia deixárao indiferente. Absorto na oratoria de Cicerón, subliñando os conceptos máis relevantes a lapis con sumo coidado por se precisaba recorrer a eles nalgún argumento futuro. Nacho, moi ao seu pesar, tamén formaba parte desa sociedade de porcelana chinesa. 

      Foi a derradeira mañá de curso de cuatro da ESO cando unha especie de anxo da garda achegouse a el. Tratábase da encantadora Agnès, a mestra de francés. Unha muller que rondaba os cincuenta, de pelo curto, fulares chamativos e sorriso infinito. Nacho dispoñíase a recoller o seu material cando, cun breve xesto, chamouno á súa mesa.

    - Mon chèr élève, debes saber que estou moi orgullosa de ti, e moi contenta por todo o que estás conseguindo. Foi un verdadeiro pracer ter alumnos coma ti este ano, de verdade. Só espero que non escoites esas voces escuras que só pretenden botarte para atrás, pois non son máis que froito da envexa. E que nunca deixes de ler, nin de escribir, porque tes un enorme potencial e unha sensibilidade marabillosa. ーfixo unha breve pausa e mirouno fixamenteーEu sei que, algún día, irei a unha libraría a mercar un libro teu. 

      Aquelas palabras aliviaron a súa momentánea dor como a auga oxixenada cura as feridas. Naquela pequena aula, pintada de verde e chea de pupitres, adquiriu conciencia de que, por estrano que lle soara, alguén velaba por el. De que, por fin, alguén puña a man no lume polo seu triunfo na vida. E de que non podía deixar que esa confianza se desvanecera. Nacho tiña moitas misións na vida, propósitos cheos de ambición e desexo, pero a súa maior misión era prosperar. Na escola, no traballo, na casa, no futuro. Como formado pai de familia e líder de importantes proxectos que aportasen á humanidade un gran de area, como aqueles que introducía de pequeno nos seus reloxos. Tan filosófico e soñador como el era, entendía o cambio como algo imprevisible e inevitable. Cría fielmente que as cousas poden cambiar mil e unha veces de forma, pero que aquelas que precisamos restarán sempre ao noso carón. Esa profunda reflexión era unha das súas favoritas, que replantexaba unha e outra vez camiñando pola ribeira ata atoparlle sentido pleno

      O mar foi, durante a meirande parte de tan curta existencia, unha fonte inesgotable de calma e protección. Pasara tantas horas ao carón daquela inconmensurable forza xurdida das entranas da natureza que rematara por deixarse guiar por ela. Os seus sentidos, a súa alma e o seu instinto dependían xa do mar. Del desprendeuse, moi ao seu pesar, ao falecer o seu pai, un de tantos humildes e curtidos mariñeiros devorados inxustamente polas bestiais ondas de Riazor. Deus sabe que aquel decembro chorou tanto na veira que as súas bágoas confundíanse coa area. Sobrecollido por unha ameazadora ausencia, buscou un novo fogar no tesouro das Rías Baixas. Alí seguiu escoitando que estudar humanidades non tiña saídas, que todo iso estaba ancorado no pasado e que remataría traballando nun posto calquera sen gran remuneración. Pero Nacho negábase a lidiar coa mediocridade, el sempre aspiraría a máis. A súa nai ensinárallo así. Pesáballe deixala alí soa, vestida de luto dos pés a cabeza, pero a cada comentario desalentador respondía cun novo selo no pasaporte: Montecatini, Lyon, Bristol, Texas… Mais sempre algunha forza invisible tentaba traelo de volta. Canto máis afastado estaba da terra, máis morriñento volvíase polas noites. Retornou uns anos despois, tan só como marchara pero co equipaxe cheo de memorias, experiencias e coñecemento. Agora era el quen relataba para a súa nai as historias do corazón de América, coa man lixeiramente pousada na súa. 

      «O 11 de setembro de 2001, una inxente cantidade de entullos cubría por completo as case catrocentas árbores da zona cero, provocando a súa morte. O das Torres Xemelgas foi un desastre cheo de ironía, no que o derradeiro ápice de vida alí atopado é merecedor dunhas sobrias liñas. Un peral duns corenta anos, por cuxa recuperación xa ninguén pagaba un centavo, volvía florecer ao seren cambiado de entorno. Síntome nostálxico porque precisamente aí reside a fortaleza. Ás veces, o potencial é a chave mestra para a que o entorno é a celda. Por iso, dende aquí fago un chamamento a todas aquelas persoas desexosas de descubrir a cor da súa flor, para que pronto saiban como florecer.»

      A Branca quedábanlle poucas razóns para sorrir, pero pechar os ollos cada noite ao son das liñas do seu fillo era menciña para a súa alma. Así transcorreu a xa tardía adolescencia de Nacho, lendo e inventando historias para sacarlle un sorriso á que sempre fora a muller da súa vida. Foi aos vintecinco cando, despois de meses de aillamento, publicou o seu primer libro: “As horas do mar dende un reloxo de area”, sobre as peripecias da faena en axitadas mareas e as ansias de voltar ao fogar. Pero, quizáis porque non soubo transmitir a mensaxe ao seu público, o récord de ventas non pasou dos mil exemplares. Ou quizais fallara outra cousa. O seu mundo laboral víase frustrado e polas noites non recibía outra visita que a da incerteza. Fruto da desesperación por vivir e gañarse a vida internou a súa nai nunha residencia, xa con principios de Alzhéimer. Prometeuse a sí mesmo que a visitaría varias veces ao ano, deulle un longo e agre bico na fronte e acto seguido colleu un voo directo a Berlín sen data de retorno. En canto á casa e a libraría, aquela que con tanto mimo construíran, quedaran a mans de Deus. 

      Non levaba alí nin dous meses cando o amor chamou a súa porta. Falaba alemán e era editora, o cal captou de inmediato a atención daquel admirable home perdido polos camiños da vida. En cuestión de horas, calquera intención de interese propio e malicioso desvanecérase por completo. Charlotte era unha mente brillante, enxeñosa e especialmente cautivadora. Ademáis de ter uns vertixinosos ollos azuis, tocaba o piano de maneira anxelical. Facíalle pasteis de cenoria e corrixía todos e cada un dos textos que Nacho lle mandaba, anotando en vermello calquera detalle a mellorar. De feito, así foi como lle pediu unha cita. Collidos da man pasearon pola Antiga Galería Nacional, enriquecéndose a cada paso da maxestuosidade das súas obras, impregnándose de cada miligramo de cultura e historia que podían aproveitar. Aquela escapada deu comezo aos rotundos éxitos dun equipo que semellaba invencible. Coa axuda de Charlotte, o segundo libro de Nacho saiu á venda en Alemaña, onde non deixou a ninguén indiferente. Literalmente. Converteu ao seu autor no “galego prodixio” dotado dunha elegancia narrativa digna de estudo. A súa conta bancaria comezou a sumar ceros e o seu rostro ocupou ata a última portada da Voz de Galicia. «Nacho Barroso; o talentoso galego que xa triunfa na Alemaña.» Nunca imaxinara que sería unha muller berlinesa a que o levara de volta as súas raíces, dándolle luz verde a aquela misión que aínda seguía engaiolada na súa testa: a prosperidade. Titulou aquel best-seller «O rexurdimento dun fénix adolescente», falando por e para toda a mocidade presa nunha celda de papel, para que loitasen por un exitoso porvenir. Recaudou todo o diñeiro posible, propúxolle matrimonio a aquela moza que tan rápido gañara un oco no seu corazón e voltou con ela ao seu estimado fogar, alleo a toda fama interesada. Charlotte, como alma libre que era, non pensou dúas veces a súa resposta. Nin respecto ao casamento, nin para abandonar o seu país. Tras algunhas xestións, incluso conseguiu que a súa nai estivese de volta naquela humilde morada para ver medrar un proxecto tan ambicioso como fora a súa libraría. Os membros da familia Barroso, tanto na Terra como no ceo, posuían por fin esa tranquilidade e ledicia que tanto merecían. Como ben deixou por escrito Nacho, meu queridísimo fillo, na dedicatoria do seu libro:

      «A ensinanza desta miña historia é que nunca estaremos mellor servidos que por nós mesmos. É ben sabido que as verbas voan, especialmente aquelas desalmadas que nos son alleas, e que o futuro desexado está reservado para os grandes soñadores. Mais deben saber que este futuro ten os seus cimentos na adicación, o esforzo e a constancia, valores que dende pequeno aprendín do meu pai. Navega lonxe e voa alto, mariñeiro. O mar e o ceo son para ti.» 

    ***

      Era unha fría e ameazante mañá de setembro, que coincidía co décimoquinto aniversario do falecemento daquel eterno heroe. Semellaba que as ondas bailaban ao son do vento, do canto das gaivotas e da carabina que sostiña no lóbulo da orella ao tempo que unha bágoa salgada mollaba a súa meixela. Por moito que medrara, para algunhas cousas seguía sendo un neno. A calor da man da súa nai mesturábase coa súa suor, sen que isto fixera que se separaran. Branca era xa unha viúva cana e deteriorada, cuxos recordos perdéranse por quen sabe que recuncho da memoria. A escea invitaba á nostalxia, pois era tan vívida que case podían escoitar a súa voz grave a xovial invitándoos a seguir vivindo, a rematar as misións da vida que a el lle fora arrebatada antes de tempo. Foi nese preciso intre cando Nacho comezou a rexurdir, esta vez de verdade. Coma o ave fénix, o peral da zona cero, e coma todas aquelas cousas que por natureza desprenden vida.

     

  • La inocencia arrebatada.

    10 de septiembre. 17:38.

    Escribo desde la terraza de mi casa, tecleando lentamente. Cada dos por tres me detengo y reparo en las voces que gritan a mis espaldas. Son mis primos, de 7 y 10 años, correteando por el jardín junto a otros niños de su edad. “Piedra, papel, tijera. Piedra, papel, tijera” Juegan al escondite, tocan el piano, ríen a carcajada limpia. “tres, dos, uno...“¡ya!” Se esconden entre los arbustos intentando aguantarse una risita pícara, para luego salir corriendo. “¡Te pillé!” Me recuerdan mucho a mi infancia, igual de inocente y feliz. Simplemente veo niñas jugando con niños, sin prejuicios o discriminaciones. Sin mayor rol que el de ser niños.

    Como mujer, me veo en la obligación moral de ser un ejemplo a seguir para las niñas de mi entorno. Así lo he hecho siempre y así lo seguiré haciendo, pero últimamente mi misión se ve obstaculizada constantemente por una influencia imparable y enormemente poderosa: El acceso a Internet a cualquier edad. Creo que no solo les ha quitado a estos niños los años más bonitos de su infancia, sino que también ha acabado con la inocencia de los que son algo más mayores.

    Todavía sigo sin tener muy claro el origen (para ser honestos, tampoco la necesidad) de estos comportamientos, pero en varias ocasiones he visto niñas de 14 o 15 años dejándose manosear por un compañero de clase en los recreos. Sigo cuentas en Instagram de vecinas menores repletas de fotos semidesnudas o provocativas, stricto sensu. Intentando causar sensación compitiendo con otras niñas cuando lo único que hacen es objetivizarse a sí mismas. Saliendo los fines de semana e ingiriendo ingentes cantidades de alcohol para un organismo todavía en desarrollo. Con una constante necesidad de publicar todos y cada uno de sus planes de ”pareja”. Y permítanme el entrecomillado, pero me resulta verdaderamente complicado definir como tal este tipo de relaciones a tan temprana edad. 

    Sin ir más allá, hace un par de días escuché el audio de una quinceañera en el cual contaba entre risas sus peripecias de la noche anterior. Al parecer, había bebido tanto que solo recordaba algunos detalles de aquella noche, y se había despertado con el pantalón roto en la rodilla y un moratón en la cara. 

    Veo constantemente un afán por enseñar a estas niñas desde pequeñas a bailar, vestir y maquillarse de forma acorde con su entorno pero desde luego no con su edad. Acorde con todos esos Tik Toks que ven por las tardes en vez de dibujos animados. Vídeos de YouTube que acaban reproduciendo sin darse cuenta, pulsando la pantalla al azar. Utilizando redes sociales sin entender sus peligros, y mucho menos sus consecuencias. Comportamientos que de tanto visualizar, acaban normalizando, y que además terminan afectando a sus estudios. No pretendo generalizar, pero ambas cosas suelen ir ligadas. Estas preadolescentes que tanto presumen de llevar una vida de adultas son en muchas ocasiones las mismas que repiten tercero de la ESO con cinco asignaturas suspensas. Que además, pecan de falta de modales y escriben con faltas de ortografía que dañan seriamente la vista. Mi pregunta es: Si tan maduras son para salir, beber y actuar como personas adultas, ¿lo son también para asumir las consecuencias de sus actos? 

    Pienso en calificaciones por debajo de la media, rutinas tóxicas, padres con los ojos vendados que siempre las verán como seres de luz. Pienso en inocencias arrebatadas, pero arrebatadas voluntariamente... Qué pena.  

     

     

     

  • Sobre cuidar la imagen y amparar la tradición.

      

    Por la presente apelo a la generación del progreso, la diversidad y la tolerancia para reclamar un minuto de gloria. Vengo en nombre de la otra mitad de su historia, esa que omiten con tanta facilidad en sus cortos sobre la generación Z y demás propaganda selectiva. La otra cara de una moneda oxidada. La culta y elegante, a la vez que crítica y constructiva. La reservada, que sabe callar cuando procede y ante la pérdida de intimidad opta por el eufemismo. Vengo en nombre de los moderados y caballerosos, guardianes del respeto y los modales, valores que hoy vagan huérfanos por su campo de batalla. 

      Creo fervientemente que la verdadera revolución nace de destacar entre la multitud. De una mente culta, formada y brillante para la que una buena imagen se pueda permitir el lujo de ser el complemento ideal. Por ello me declaro férrea defensora de las tardes de lectura, las visitas a museos y el café en cafetera italiana. De las conferencias de dos horas, los programas de radio y la batalla cultural. De leer la prensa en físico y escribir a mano, en un intento de preservar esos pequeños detalles capaces de devolvernos a épocas previas a nuestra existencia. Del culto, la oración y lo sagrado. Y si verdaderamente apuestan por la tolerancia, aceptarán también al que cree en aquello que no ve. Ese progreso que nos quieren vender semeja hoy día un contrato escrito con tinta envenenada y letra pequeña, que entre líneas presagia destrucción y denigración moral. La sociedad moderna sufre de amnesia. Olvida que si ha llegado a donde está, ha sido gracias a quien antes sembró su camino. Un camino que en ocasiones se desvía, pero continúa. Por ello, dejen de tachar todos aquellos valores que poco a poco han demonizado injustamente, y que todavía tienen cabida en nuestros días. Los mismos que, de no haberse perdido, hubieran evitado, o al menos paliado, tal degeneración y falta de principios. La remodelación de la belleza hasta convertirla en aberración. La revolución que más que al empoderamiento lleva a la denigración. Frente a eso, le pese a quien le pese, quedan las familias felices y numerosas. Los domingos en misa y las bodas por la iglesia. Historias donde el amor romántico sí tiene cabida, y relaciones que no necesitan cambiar los roles establecidos. 

      Las señoritas liberales, del centro y de la derecha somos tan mujeres como ustedes. También somos revolucionarias y nos sentimos empoderadas. Tanto que nos pintamos las uñas, llevamos faldas y vestidos, tacones y bisutería. Pañuelos y medallitas. Nos maquillamos y cuidamos nuestra imagen, y a veces incluso nos arreglamos más de la cuenta. Vemos estos detalles como una muestra de educación y no como un intento de infravalorarnos. En ocasiones optamos por no llevar escote, y no por eso estamos oprimidas. Permitimos que nos abran la puerta y nos cojan el abrigo, y eso no nos hace sumisas. Aceptamos halagos, pero nos damos a respetar. Somos finas, pero no frágiles. Por delante del físico llevamos el espíritu crítico, la inteligencia y la modestia. Porque la feminidad no es tóxica, al igual que tampoco lo es la masculinidad. No hace daño ni nos relega a un segundo plano. No concebimos el odio generalizado hacia el hombre porque nos complementamos con él.  Es más, ellos son la prueba de que la virilidad de la que ustedes huyen no es dañina por norma. Un hombre en traje y corbata no es sinónimo de superioridad. Un hombre fuerte e imponente no es icono de masculinidad tóxica, al igual que uno reservado y chapado a la antigua no es un un antiguo ni un neandertal. Igual no nos véis en manifestaciones el 8M, porque la lucha por el respeto va por dentro. Dándonos a respetar como individuos, pues nuestros méritos hablarán por nosotras. Pueden hacer caso omiso de nuestra existencia, pero recuerden que el mundo es un puzzle cuyas piezas colocamos de diferente manera. 

    Cuando nos mencionen en su lista de cosas que no ser, escupan su odio hacia otro lado, por favor. 

     

  • Sobre racismo, violencia policial y Kyle Rittenhouse.

    La muerte a manos de la policía del afroamericano George Floyd ha traído consigo una ola de conflictos y desorden cuyo eco se sigue escuchando a día de hoy incluso en España. Como de costumbre, a continuación analizaremos distintas versiones de los hechos ocurridos desde una perspectiva lo más neutral posible, permitiendo así que cada uno saque sus propias conclusiones. 

     *Los gráficos adjuntos representan los resultados de una encuesta realizada por 114 americanos del estado de Oklahoma.

    Comenzando por el movimiento antirracial BLM, surge la siguiente cuestión: ¿Puede alguien sentirse parte de este movimiento sin necesidad de ser negro? 

    Se estima que alrededor de un 7,4% de la población total de Oklahoma (3,956,971 habitantes) es afroamericana. Dicho esto, y siendo la mayor parte los participantes de la encuesta blancos, los resultados nos permiten hacernos una idea. Adicionalmente, y mucho más allá de estos datos, las múltiples protestas ocurridas en los últimos meses nos han dejado clara evidencia de que todavía hay esperanza, y que la fraternidad y la solidaridad van más allá del color de la piel.

    Ahora bien, el debate es el siguiente: ¿Debe la población blanca arrodillarse ante la población negra en señal de perdón o arrepentimiento por previas agresiones o discriminaciones? Esta imagen se ha repetido en numerosas ocasiones, tanto por parte de los manifestantes como de las fuerzas de seguridad. Pongamos por ejemplo que los hombres se arrodillaran ante las mujeres por el mismo motivo. ¿Sería esto un gesto de igualdad o inferioridad? Pues bien, estos han sido los resultados:

    Pero… ¿Han sido todas las protestas igual de pacíficas? Por supuesto que no. Minneapolis empezó con pequeñas protestas sin ánimo de violencia, pero en cuestión de días intervinieron sin control ciudadanos de otros estados y se inició la rebelión. Las fuerzas de seguridad se vieron obligadas a intervenir, dando paso a una violencia desenfrenada. Algunos culpan a supremacistas blancos, otros a miembros radicales de ANTIFA de haber destruido y quemado negocios mediante el uso de múltiples dispositivos explosivos. Pero esto no solo ocurrió en Minnesota. Ciudades como Washington, Nueva York o Idaho también se sumaron al movimiento. Más de 14.000 personas en 49 ciudades terminaron siendo arrestadas. 

    Pasemos ahora a otro escándalo más reciente que desde luego ha generado gran polémica. El 23 de agosto, Jacob Blake, un hombre afroamericano de 29 años, fue gravemente herido tras haber recibido siete disparos en la espalda por parte de un policía. Dos noches después, el caos se había apoderado también de las calles de Kenosha, Wisconsin. Cientos de manifestantes salían a la calle para protestar de nuevo contra un nuevo caso de racismo y brutalidad policial, pero el verdadero protagonista de esta historia es Kyle Rittenhouse, un adolescente de 17 años originario de Illinois. Actualmente se le acusa de homicidio en primer grado, intencional y voluntario, y le han sido imputados dos cargos por poner en peligro la seguridad colectiva y por posesión de un arma siendo menor de edad. El sujeto, acusado de haber matado a dos personas con un rifle AR-15 y herido a una tercera, alegará haber actuado en defensa propia. Su abogado asegura:

    “Kyle es un buen chico. A salir de su trabajo como socorrista, acudió junto con algunos amigos a borrar las pintadas de graffiti. Recibieron la llamada del dueño de tres empresas en la ciudad, dos de las cuales habían sido devastadas, rogando ayuda para salvar lo poco que le quedaba de su negocio. Ya que nadie estaba haciendo nada, Kyle y sus amigos decidieron actuar. Kyle se llevó con él un botiquín de primeros auxilios temiendo encontrarse con varios heridos en la zona, y un arma. Kyle no disparó indiscriminadamente, solamente a los tres individuos que le atacaron y amenazaron. También asegura que Wisconsin es un “open carry state”, es decir, un estado en el que el porte de armas es algo cotidiano, y que ese arma nunca cruzó de un estado a otro, por lo que era completamente legal”  

    Aún si esto fuera cierto, el estado de Wisconsin prohíbe a cualquier menor ser propietario de un arma excepto si esta es utilizada para entrenamientos de tiro, caza, o el menor es miembro de las fuerzas armadas.

    Llegados a este punto, cabe recordar que el derecho a poseer y portar armas en Estados Unidos está protegido por la segunda enmienda de la Constitución. Por muy radical que les suene, el porte de armas forma parte de la cultura americana. No solo como método de defensa de la vida y la propiedad privada, sino también como objeto de colección o forma de entretenimiento. El coleccionismo de armas es algo muy común, al igual que la caza de ciervos, conejos y patos o la pesca de percas, lubinas y robaletas en los lagos cercanos (en el caso de Oklahoma).

    Ahora que conocemos el caso de este joven, reflexionemos sobre los resultados de la encuesta respecto al porte de armas. A mi parecer, nos encontramos con una doble vara de medir. Es decir, si usted considera a Kyle un criminal que no debería haber tenido un arma con la que disparar a dos personas, ¿cómo puede usted estar a favor de la portación de armas? Si usted estuviera en el sitio de Kyle e intentara protegerse a usted mismo y a su propiedad, ¿no hubiera hecho lo mismo?


     

     

     

     

     

    Now, what's up with the 20%?

    Terminemos con un dato un tanto sorprendente. En las dos preguntas que pueden ver a continuación, nos encontramos con casi un veinte por cierto de los participantes que niega la existencia tanto de racismo como de violencia policial en EE.UU. 

     *Alrededor del 12,4 % de los estadounidenses (328,2 millones en 2019) son negros o afroamericanos, conformando la minoría étnica más grande de Estados Unidos. 

    Otra campaña surgida a raíz de estos episodios que sin duda dejarán huella en la historia del país ha sido: Say Their Names (Dí sus nombres), en honor a todas aquellas víctimas del racismo. Una larga lista que todavía sigue aumentando. Observo ese 20 por ciento y quiero pensar que se ha ganado un combate, pero no la guerra. Y mi pregunta es: 

    ¿Cómo es posible combatir un problema que no se cree que existe?

     



     

  • Sobre el presidente que quiere Oklahoma













    El próximo 3 de noviembre tendrán lugar en Estados Unidos las elecciones presidenciales, donde el candidato demócrata Joe Biden (asociado con Kamala Harris) intentará vencer al actual presidente republicano, Donald Trump (asociado con Mike Pence). Adicionalmente en el marco político se sitúan también el partido libertario (Libertarian Party) y el partido ecologista (Green Party), aunque con menor representación.  La sorpresa de este año será el estreno del rapero Kanye West como candidato por el partido independiente Birthday Party, cuya decisión fue tomada por muchos como una simple broma. 

    El objetivo del presente artículo no es más que informar sobre la realidad americana de la mano de quienes mejor la conocen: sus habitantes. Concretamente, 90 nativos del estado de Oklahoma. 

    Oklahoma se caracteriza por ser un sólido estado rojo, lo que implica que entre sus votantes predomina el voto republicano. Pero aunque obtuvieron los resultados deseados en las pasadas elecciones, no han sido cuatro años fáciles para su presidente: desde conflictos con México por la construcción de una frontera y el impedimento de la entrada de refugiados hasta afrontar una pandemia y paliar la crisis del Covid-19, controlando el movimiento antirracial Black Lives Matter bajo una constante presión mediática. Tras situaciones tan drásticas y polémicas, ¿seguirán los votantes republicanos de Oklahoma fieles a su líder u optarán esta vez por confiar en las promesas de Biden? 

    Como de costumbre, las redes sociales se han encargado de recolectar diversas opiniones, que en el caso de Biden podrían resumirse con un hashtag un tanto conformista: #settleforbiden (Confórmate con Biden). Settle for Biden es un grupo formado por simpatizantes de la demócrata Elizabeth Warren y el progresista Bernie Sanders que, citando literalmente sus palabras, “reconocen los defectos de Joe Biden pero saben que su nación no sobreviviría a otros cuatro años de Donald Trump. Biden no es fantástico, pero Trump es mucho, mucho peor.” Esta perspectiva de cierta resignación ante el porvenir del país podemos observarla en las declaraciones de algunos de los participantes en la encuesta:

    Odio cómo el hecho de votar en este país se ha convertido en ¿Qué siniestro viejo blanco es mejor?”, pero no me gustaría vivir otros cuatro años con Trump en el poder. 

    Realmente no hay ninguna buena opción, estamos votando al mejor de los dos demonios. 

    Ni Trump ni Biden harán ningún bien para el país.

    Biden no es mi primera opción, como tampoco lo es para muchos otros votantes… Pero es mejor que Trump.

    Nunca he tenido tanto miedo de unas elecciones, estamos acercándonos peligrosamente a ser un sistema unipartidario. Que Dios nos ayude. 

    Esto ha tenido como consecuencia la decisión de algunos de abstenerse de su derecho a voto, o bien de redirigir el mismo hacia una tercera fuerza política de menor representación, aunque esto pueda significar su “desperdicio”.

    Ya que vivo en un sólido estado rojo (entre cuyos votantes predomina el voto republicano), espero que votar a un tercer partido pueda ayudar a alcanzar el 5% mínimo para ser elegible al financiamiento federal, creando así una mejor opción. 

    El pasado político del líder demócrata, al igual que el de otros integrantes del partido, sigue causando desconfianza en algunos votantes, que se muestran firmes en su decisión.

    Biden ha intentado recortar la Seguridad Social en tres ocasiones. Perjudicó a los titulares de tarjetas de crédito con altas cuotas, intereses y deudas que no pudieran ser canceladas en bancarrota, medida también apoyada por Hillary Clinton. También a los estudiantes que no pueden pagar sus deudas de préstamos estudiantiles en caso de quiebra. Como senador, elaboró la Ley de Control de Delitos Violentos y Refuerzo de la Ley (Violent Crime Control and Law Enforcement Act), promulgada por Bill Clinton en 1994, que encarceló desproporcionadamente a la población y a ciertas minorías. Trató de acabar con los privilegios de los veteranos de guerra. Apoyó a los ladrones de Wall Street en el rescate de 2008 y votó en contra de los autorescates. Se alió con McConnell para hacer permanente la bajada de impuestos de George Bush. Fue partidario del acuerdo de libre mercado norteamericano (North American Free Trade Agreement), el cual Trump denominó como “el peor acuerdo de mercado firmado jamás” y de la guerra de Iraq. 

    Los candidatos demócratas son corruptos, despreciables y parte de los mayores escándalos en la historia de EE.UU.

    Biden no es más que una marioneta controlada por los demócratas. 

    Me preocupa su salud mental, no creo que esté capacitado para gobernar un país.

    No obstante, también encontramos aquellos que sí encuentran en Joe Biden la oportunidad de cambio definitiva que quite a Trump de su oficina y su círculo de poder. 

    Biden sigue unas políticas genuinas, tiene experiencia y entendimiento en política. Biden valora los derechos humanos básicos. 

    Votar a Joe significará tener normalidad y paz en la Casa Blanca. Creo rotundamente que la presidencia debe ser llevada a cabo por alguien competente que genuinamente se preocupe por la población, y no solo por aquellos simpatizantes de su partido. Espero que Joe y Kamala (Harris) hagan de América un modelo a seguir y no la marioneta en la que nos hemos convertido.

    Espero que se mantenga firme en sus promesas de cambio y demuestre que puede ser un buen presidente. 

    Votaré a Biden confiando en sus propuestas de cambio respecto al Covid, el racismo, la homofobia y el sexismo.

    Apoya a la comunidad negra, el movimiento Black Lives Matter y al colectivo LGTBQ+.

    En la otra cara de la moneda están los fieles defensores año tras año del famoso Make America great again (Haz América grande de nuevo), que resaltan el respeto de su presidente por los valores tradicionales y su fuerte personalidad, y confían en que sabrá llevar al país por el camino de la prosperidad. Más allá de eso, aseguran que los hechos hablan por sí solos.

    Trump no se centra en uno sino en muchos de los problemas que afectan actualmente a nuestro país, como el tráfico de menores y la brutalidad policial. Económicamente, ha mejorado notablemente la economía del país. Antes de la crisis del Covid, teníamos la mejor economía de nuestra historia. Actualmente, está incluso peor que en la gran depresión de 1930, por lo que confío en su capacidad de solucionar este problema económico.

    La tasa de desempleo antes del Covid era la más baja de nuestra historia, y nuestro ejército nunca ha sido más fuerte.

    Es la única opción lógica para devolverle el orden a este país y permitirle prosperar.

    Voto a Trump porque no va a cavar para la multitud de izquierda radical y es el guardián del sueño americano.

     Trump es el único de nuestros cinco últimos presidentes que no nos ha llevado a la guerra. 

    Su apariencia externa puede que no sea la que los americanos quieren ver, pero tiene la actitud y la determinación necesarias para devolver América a su antigua gloria. 

    Lo cierto es que la situación sanitaria actual supone un gran reto para cualquier presidente. La población no dejará de reclamar cambios hasta conseguir mejoras, y su líder deberá estar a la altura.

    Prácticamente todas las cuentas de Los Centros de Control y Prevención de Enfermedades son incorrectas, lo cual perjudica a las familias de clase trabajadora que no podrán pagarse un seguro médico. 

    Los últimos meses del presidente han sido una sucesión constante de ataques (por ambas partes), malentendidos y comentarios sacados de contexto en los medios de comunicación. Pero si hay algo que de verdad le caracteriza es su determinación por establecer el orden y reafirmar la ley a cualquier coste, incluso si ello implica recurrir a las fuerzas de seguridad y a la violencia. Más allá del debate moral al que dichas acciones podrían conllevar, sus votantes lo tienen claro:

    Trump está ahí para ser nuestro presidente, no nuestro amigo. 

    Tampoco es noticia que una figura tan aclamada, cuyo poder nunca debe ser subestimado y cuyas declaraciones generan tanta polémica no sea santo de devoción para miles de americanos, ni siquiera en un estado en el que tiene las de ganar. 

    Trump ha dividido nuestra nación. 

    Trump ha causado demasiado daño, muerte y violencia en este país. A través de sus políticas, tuits y discursos nos ha demostrado que ni le importa la vida de nadie ni valora a sus ciudadanos.

    Trump solo valora al 1% y a los supremacistas blancos. No deberíamos tener un presidente apoyado por el KKK.

    Cualquiera menos Trump.


    En cualquier caso, el gigante rojo amenaza de nuevo por la ruta 66. ¿Podrá la oposición frenarle esta vez? En dos meses saldremos de dudas.

     

  • Sobre el sistema educativo estadounidense

    ¿Son las clases allí mucho más fáciles? Es el nivel mucho más bajo que en España? ¿Tenías mucho tiempo libre? ¿Tus compañeros tenían dinero?

    A raíz de las dudas, estereotipos y comentarios recibidos al volver de Estados Unidos sobre el sistema educativo americano, he pedido a 50 estudiantes americanos de entre 15 y 19 años su colaboración en una breve encuesta. Todos son residentes en los estados de Oklahoma (la mayoría) y Texas, el estado vecino en el que muchos estudiantes deciden cursar su etapa universitaria ya que ofrece una amplia y distinta gama de opciones.

    El 60 por ciento de los participantes ya han comenzado su etapa universitaria, mientras que un 33 por ciento está todavía cursando alguno de los tres últimos años de instituto. 

    La participante más joven tiene 15 años y compagina seis horas de clase con jornadas laborales de 6 horas 4 días a la semana, además de realizar una actividad extraescolar. Esto le deja solo entre una y dos horas para estudiar o realizar trabajos de clase, aunque asegura que esto no le supone un problema a nivel académico ya que no perjudica a sus calificaciones.

    Un 69,4% cuenta con un puesto de trabajo, mientras solo un 30,6% se dedica únicamente a sus estudios. Cabe mencionar que estamos hablando de puestos en supermercados, gasolineras, tiendas de ropa o cocinas. Respecto a los salarios de estos estudiantes, los datos pueden resultar sorprendentes: Un adolescente puede trabajar cuatro o cinco días semanales en turnos de hasta ocho horas, alcanzando los 1800-2000 dólares mensuales*. Los salarios siguen bajando hasta alcanzar un mínimo de 200 dólares mensuales (170 euros), como compensación por turnos de seis horas tres días a la semana. 

    *Traducido a euros, esta cantidad rondaría los 1500-1700€.
     


     

     

    Gráfico de respuestas de formularios. Título de la pregunta: How many class hours do you have?. Número de respuestas: 48 respuestas.

    Como pueden comprobar en el gráfico superior, la mayoría de estudiantes tienen seis o más clases al día. Esto se debe a que además de sus seis horas lectivas, tienen una séptima hora en la que deben escoger o bien un deporte (fútbol americano, atletismo, baloncesto, voleibol golf, béisbol) o bien alguna otra actividad de ocio (coro, banda, consejo estudiantil, robótica, debate). Algunos entrenamientos pueden durar hasta tres horas. Por lo tanto, al cansancio mental acumulado debemos sumarle el agotamiento físico. Y por si esto fuera poco, la mitad de los estudiantes tienen todavía una jornada laboral por delante. 

    Como muchos de ustedes sabrán, el deporte en este país tiene una gran importancia durante la carrera del estudiante, quien tiene un amplio abanico de oportunidades presentes y futuras al alcance de su mano. Entre ellas, la oportunidad de ser fichado por un equipo de mayor categoría fuera del estado o de acceder a la universidad mediante una beca de deportes (siendo los deportes a elegir los mismos para ambos géneros, a excepción del fútbol americano). Pero esto implica seguir un mismo horario cada día, constancia, dedicación y organización. Entrenan de lunes a viernes con sus entrenadores, y eso deben seguir haciendo por su cuenta durante el fin de semana si quieren estar a la altura. Ahora bien, esto no es todo: 

    Pongamos como ejemplo el atletismo, deporte que practiqué yo misma durante la temporada de invierno (cross country) y de verano (carreras de pista). Además de los entrenamientos diarios y las horas extra en el gimnasio y en la pista los fines de semana, cada dos semanas teníamos una carrera. Salíamos del instituto a las ocho de la mañana y no volvíamos hasta pasadas las cinco de la tarde. Normalmente cada atleta corría en tres modalidades diferentes (en mi caso, 800m, relevo de una milla y 2 millas) por lo que al final del evento estábamos exhaustos, y en lo último que pensábamos era en los estudios. 

    Todos los mencionados son factores que conviene tener en cuenta antes de opinar sobre el nivel de estudios o la forma de aprendizaje empleada por el profesorado. En el gráfico a continuación queda reflejado cómo el 80 por ciento de los alumnos disponen de menos de dos horas libres desde que salen del colegio hasta que van a trabajar. 

    Gráfico de respuestas de formularios. Título de la pregunta: After school, how much time do you have left until you have to go to work?  . Número de respuestas: 35 respuestas.

    Respecto al tiempo restante en su jornada diaria, podemos observar que casi un 55% dispone de menos de dos horas para dedicarle al estudio y el trabajo asignado.

    Gráfico de respuestas de formularios. Título de la pregunta: How much time do you have left to study and do your homework?. Número de respuestas: 42 respuestas.

    Como incentivo para que el alumnado mantenga altas sus notas, los entrenadores o profesores de la séptima hora prescindirán temporalmente del alumno si éste suspende* alguna materia, hasta que logre el aprobado. Por ejemplo, si un quarterback del equipo de fútbol no lleva el trabajo al día y suspende la asignatura de Historia de Estados Unidos, será apartado del equipo indefinidamente. En cuanto su media llegue al aprobado (al 6, no al 5) podrá reincorporarse a su posición, volver a los entrenamientos y jugar de nuevo los partidos. 

    *En este sistema, las calificaciones del alumno varían casi diariamente, ya que no solo los exámenes tienen nota. Cada trabajo, lectura o proyecto, tanto los realizados en el aula como en casa, se puntúan individualmente. La participación, puntualidad y actitud en clase también son puntuadas de manera positiva o negativa, con lo que es el alumno quien debe valorar sus opciones y establecer sus prioridades. Si es un apasionado de este deporte, será el primer interesado en compensar su media para volver a jugar lo antes posible. 

    Un último aspecto a mencionar son las pautas a seguir que hacen de este método un método eficaz, ameno y adaptado al modo de vida de los alumnos. En primer lugar está el respeto al profesorado y a su palabra. Una interrupción o falta de modales en medio de la lección es algo prácticamente inaudito. Este respeto tiene como fruto el aprovechamiento máximo de los cincuenta minutos de clase, por lo que en muchas ocasiones es el propio maestro el que da por terminada la lección del día y deja a los alumnos unos veinte minutos para comenzar con su tarea. Esto puede llegar a repetirse varias veces a lo largo de la mañana, por lo que es muy sencillo quitarse trabajo del medio. Además, la mayor parte de los contenidos son impartidos de forma interactiva, ya sea mediante videos explicativos, juegos o experimentos que ayuden a asociar conceptos para una mayor retención de los contenidos. En la medida de lo posible, apuestan por la práctica y simplifican la teoría. Y por si alguno de ustedes todavía duda de este método o de su eficacia, les dejo un último gráfico donde los alumnos muestran su afinidad o su descontento con el sistema educativo impartido. Pista: todos ellos son alumnos con una media de al menos un notable alto.

    Gráfico de respuestas de formularios. Título de la pregunta: Are you happy with your school system? (tests, schedule, teachers, way of teaching /learning). Número de respuestas: 49 respuestas.

  • La ausencia no llama al entrar (Publicado en La Voz de Galicia)

    Ernest Hemingway decía que lo único que nos separa de la muerte es el tiempo. Nuestro enemigo invisible tardó catorce años en tensar un lazo inquebrantable. Porque si bien es cierto que el perro es el mejor amigo del hombre, en ocasiones es también su única compañía. Mientras la familia iba y venía, él esperaba en la puerta. Vigilaba día y noche sin dejar de vivir en un constante locus amoenus la vida retirada en el campo. Durmiendo cobijado entre paja y corriendo por campos de hierba.  Pequeño y deteriorado pero siempre un buen cazador, cuya felicidad se basaba en salir a dar un paseo por el vecindario y pasar noches con su amante de pelo blanco y hocico respingón. Pero por muy lejos que fuera, siempre volvía a casa. Era tan fiel a los suyos que segundos antes de su último aliento se despidió con ojos brillantes y sin dejar de mover el rabo. Fue el primero en aceptar que la muerte es ley de vida, pero mi sensación de vacío es inevitable. Por quien el abuelo preguntaba cada cinco minutos, ahora ya no responde. El pan y las galletas que le dejaba en la puerta, ahora se las comen los pájaros. Y la sombra que se ve por debajo de la puerta ya no es la suya, aunque él todavía no lo sepa. Pero a sus noventa y cuatro años, pocas noticias hay que tengan cabida en su mínima y pasajera lucidez. Lo cierto es que en más de una ocasión nos refugiamos en la mentira o intentamos evitar el tema, por lo que nunca supimos con exactitud si notaba más su presencia o su ausencia. Cada día que pasaba asumíamos que en su cabeza todo seguía igual, hasta que un día nos vio desde la ventana llevar un centro de flores para el salón, y con ese sarcasmo tan propio suyo y una pícara sonrisa nos dijo:  “Aos vellos hai que matalos. Lévalle esas flores ao can, que esas flores valen moito”.